Laura, de Buenos Aires, comenta que tiene una gran dificultad para dejar de trabajar. Hace muchas horas extra que no le pagan, incluso los fines de semana; no puede dejar de pensar en su trabajo. Y aunque va sintiendo deterioro físico y mental y descuido de su pareja y su familia, manifiesta que no puede dejar de trabajar sin sentirse mal y con culpa.
Existe la expresión workalcoholic para la adicción al trabajo. Las adicciones tienen una función: bloquear, impedir sentir. Laura se está sirviendo del trabajo para obtener esa función. Sin duda hay algo a lo que ella no quiere confrontarse en el plano emocional, y encuentra que trabajar es más fácil que confrontarse a ese asunto.
A su adicción no conviene atacarla o combatirla, porque en realidad no es el problema, sino la mala solución que le encontró al problema. Mi sugerencia es que busque ayuda; necesita un sitio donde pueda sentirse segura, en confianza, para que esa confianza y esa seguridad le permitan abordar lo que en verdad le está pasando. Su problema no es la adicción al trabajo: la adicción al trabajo es un ejercicio de evitación.
Es muy difícil que, sola, Laura se sienta lo suficientemente fuerte como para afrontar lo que realmente le preocupa. En lugar de afrontarlo, ella se ha buscado una especie de dopaje, un neutralizador, algo que le distrae la atención de ese lugar donde tiene el verdadero problema. Y, por como ella expresa su pregunta, yo sospecho que el verdadero problema está en su familia, en su pareja, en la relación con los hijos.
No interpretemos nada, sólo observemos: tanto trabajo, le impide el contacto con su familia. Laura ha encontrado -en el trabajo- la manera de no contactar con su familia, con su pareja sobretodo, y con sus hijos. No hay que ser un lince para sospechar que es allí en donde está lo que ella necesita confrontar.